El abuso económico a los mayores, una forma de maltrato

Las personas de mayor edad son un grupo vulnerable en el que cada vez, con mayor frecuencia, se dan casos de explotación económica y malos tratos domésticos por parte de sus propios hijos y familiares.

La explotación económica de personas mayores por parte de familiares es una forma insidiosa de abuso que, a menudo, pasa desapercibida. Este tipo de abuso puede manifestarse de diversas maneras, como el robo de dinero o propiedades, la coerción para modificar testamentos y beneficiar a alguien concreto, el control financiero excesivo o incluso el abandono intencional para privar a la persona mayor de sus recursos económicos.

Las causas de esta explotación pueden variar desde la avaricia y la necesidad económica del abusador hasta la falta de educación sobre la importancia de respetar los derechos financieros y la autonomía de las personas mayores. Los malos tratos domésticos hacia personas mayores pueden abarcar una amplia gama de comportamientos dañinos, que van desde el abuso verbal y emocional hasta la negligencia física y el abuso físico.

Se han descrito algunos factores de riesgo asociados al cuidador del mayor (rasgos psicopatológicos, consumo de sustancias, historias de victimización previas, alto nivel de estrés, burn-out, ausencia de apoyo familiar y/o social…) y otros relativos al entorno social y cultural (incremento de la población de personas mayores, falta de profesionalización y formación del personal de los centros, trato despersonalizado de la institución, discriminación por edad y actitudes negativas hacia las personas mayores…).

Los malos tratos pueden tener graves consecuencias físicas y psicológicas para las personas mayores, incluyendo lesiones físicas, aislamiento social, depresión y un deterioro general de la salud y del estado mental y afectivo. Las secuelas son bien visibles con una correcta y completa evaluación psicológica.

El miedo a la soledad y la dependencia pueden llevar a las personas mayores a mantener en secreto estos abusos por miedo a perder la compañía familiar o el techo sobre sus cabezas. El miedo a las represalias o el temor de que no serán creídos les impiden, en muchas ocasiones, pedir ayuda. También pueden sentirse avergonzados de la situación o culpables, lo que complica aún más la denuncia de los abusos.

Es importante crear conciencia sobre este problema y educar sobre los signos de abuso e informar sobre cómo reportarlo de manera segura, en particular entre los servicios sociales y sanitarios, que tienen mayor contacto directo con las personas mayores. Con una población progresivamente envejecida pero propietaria del principal parque inmobiliario entre la población, con las actuales generaciones cada vez más necesitadas por la crisis económica y laboral y unas perspectivas económicas nada esperanzadoras, no cabe sino esperar que el problema vaya a más.

No veo anuncios en televisión de “tolerancia cero” contra la violencia a los mayores. Es un colectivo silencioso y silenciado. La protección a los mayores debe implicar a todos: instituciones, profesionales y sociedad. La legislación y su aplicación deben ser rigurosas. Todos tenemos un papel que desempeñar en la protección de los mayores y en la construcción de una sociedad que respete y cuide a quienes nos precedieron.