La pornografía y el cerebro de los adolescentes

El acceso al uso de pornografía se ha visto facilitado porque todos tenemos un dispositivo móvil con acceso a la red en el bolsillo, incluidos menores desde edades muy jóvenes. Algunos estudios indican que hasta el 35% de los menores de 11 años ya han tenido acceso a imágenes pornográficas. Casi 7 de cada 10 adolescentes consumen pornografía. Según información provista por la ONG Save the children, el primer acercamiento a este tipo de contenido por parte de los jóvenes tiende a darse alrededor de los 12 años. El confinamiento durante el Covid ha propiciado su abuso.

Las neurociencias aportan evidencia de que este comportamiento adictivo produce multitud de efectos en la circuitería neuronal que se han dividido en cuatro tipos:

a)Sensibilización o respuesta mejorada de la dopamina a las señales de adicción, desencadenantes o estrés. Es decir, refuerzo de lo visionado.

b)Desensibilización o una respuesta de placer disminuida debido a una disminución en la señalización de dopamina por la frecuencia de exposición. El estriado participa en la motivación y toma de decisiones. La reducción de la materia gris en esta región relacionada con la recompensa significa menos conexiones nerviosas. Menos conexiones nerviosas aquí se traducen en una actividad de recompensa lenta, o una respuesta de placer adormecida, llamada desensibilización.

c)Estrés disfuncional, con alteraciones en el eje hipotálamo-hipófisis-adrenal, con síntomas como ansiedad, estrés, dificultad para concentrarse en determinadas tareas, temor a tomar decisiones, cambios rápidos de humor sin razón aparente, falta de motivación, apatía, menos ganas de socializar, depresión.

d)Hipofariedad o circuitos de autocontrol debilitados debido a la disminución del volumen y funcionamiento de la corteza frontal. La pornografía actúa en las áreas cerebrales relacionadas con la recompensa. El estriado ventral se enciende como un árbol de Navidad.

¿En qué se traduce todo esto?. En problemas en múltiples facetas de la vida y de las relaciones. Por un lado, provoca dificultades en las relaciones sexuales reales debido a que los estímulos sexuales que han quedado condicionados mediante la pornografía no se corresponden con las situaciones en la vida real. Por otro lado, existe una pérdida en la capacidad de obtener placer, debido al agotamiento de las señales dopaminérgicas, que provoca con mucha frecuencia disfunciones sexuales en la persona, quien lejos de tener un funcionamiento hipersexual, realmente ve disminuida su respuesta sexual, siendo además menos satisfactoria. La disfunción eréctil es una de las más frecuentes.

La literatura indica cierta correlación entre el uso de pornografía y el autoconcepto de los adolescentes. Las niñas informan que se sienten físicamente inferiores a las mujeres que ven en material pornográfico, mientras que los niños temen no ser tan viriles o capaces de actuar como los hombres en estos medios. Los adolescentes también informan que su uso de la pornografía disminuyó a medida que aumentaba su autoconfianza y su desarrollo social. Además, la investigación sugiere que los adolescentes que usan pornografía, especialmente los que se encuentran en Internet, tienen un menor grado de integración social, más problemas de conducta, niveles más altos de comportamiento delincuencial, mayor incidencia de síntomas depresivos y disminución del vínculo emocional con sus cuidadores.

En estas edades, la pornografía también tiene efectos sobre las actitudes sexistas. LM Ward (2016) revisó un total de 109 publicaciones. Halló evidencia consistente de que tanto la exposición en laboratorio como la exposición diaria regular a este contenido están directamente asociadas con un rango de consecuencias, que incluyen niveles más altos de insatisfacción corporal, mayor autoobjetificación, mayor apoyo de las creencias sexistas y de creencias sexuales adversas, y mayor tolerancia de la violencia sexual hacia las mujeres. Además, la exposición experimental a este contenido lleva a mujeres y hombres a tener una visión disminuida de la competencia, la moral y la humanidad de las mujeres. Otros estudios (2017) también han encontrado varias asociaciones directas entre material sexualmente explícito y las actitudes, creencias y comportamientos de los adolescentes. El material sexualmente explícito parecía afectar varias actitudes relacionadas con la sexualidad, creencias estereotipadas relacionadas con el género, la probabilidad de tener relaciones sexuales y un comportamiento sexualmente agresivo.

Así, la adicción a la pornografía de los menores da lugar a menor satisfacción en las relaciones auténticas, una alteración en los circuitos de recompensa, mayores desajustes socio-afectivos, disfunciones sexuales y una visión sexista y violenta de las relaciones de pareja.