Responsabilidad penal en la psicopatía: El impacto de las Neurociencias

El experto en psicopatía Robert Hare, los definió como “depredadores de su propia especie” que utilizan el encanto, la manipulación y la violencia para controlar a los demás y satisfacer sus propias necesidades. Faltos de conciencia y de sentimientos hacia los demás, toman con extraordinaria sangre fría sus
acciones, violando las normas y expectativas sociales sin el menor sentimiento de culpa o remordimiento.

Se han propuesto muchas hipótesis para explicar esta anormalidad en el funcionamiento de estas personas. La que mayor apoyo empírico tiene, a día de hoy, es que carecen de capacidad para incorporar elementos emocionales y capacidades de la cognición social a la toma de decisiones. Tienen dificultades para procesar la información emocional (para reconocer emociones faciales, por ejemplo, aunque más específicamente de emociones negativas como miedo o tristeza). La ausencia de emociones de miedo y ansiedad, de marcador somático (Damasio) dificulta el condicionamiento a las normas sociales y su proceso de socialización.

Una de las estructuras implicadas en esta disfunción sería la amígdala, encargada del procesamiento de la significación emocional de los eventos ambientales, tarea que realiza a través de circuitos subcorticales (tálamo-amígdala) y corticales (tálamo-corteza-amígdala). Otras estructuras resultan también fundamentales, como el córtex prefrontal ventromedial (CPFvm). La implicación de la CPFvm en la psicopatía depende de las interacciones recíprocas entre esta estructura y regiones corticales y subcorticales del cerebro como la amígdala, el área medial parietal y otras.

De este modo, alteraciones en la circuitería del llamado «cerebro social» o «cerebro moral», impedirían que los psicópatas tuvieran en consideración factores emocionales y afectivos en la toma de decisiones, ni que valorasen las consecuencias negativas de sus acciones ni aprendiesen de ellas.

Actualmente, sabemos que además de valorar el componente cognitivo en la responsabilidad penal, al que la jurisprudencia ha dado mayor peso por su larga tradición humanista y filosófica de considerar que el ser humano toma las decisiones de modo racional y libre, es necesario valorar las dificultades para incorporar elementos emocionales en la toma de decisiones. Lo emocional, lejos de ser irracional, forma parte del proceso natural de toma de decisiones, constituyendo uno de los componentes del «cerebro social».

La relación entre las estructuras que soportan las funciones ejecutivas y la cognición social es exhaustiva, con un gran solapamiento entre ellas. De ese modo, es necesario valorar ambos aspectos en la evaluación neuropsicológica forense. El sujeto con psicopatía no tendría dificultades para comprender la ilicitud de su conducta, pero con su falta de empatía, su disfunción emocional y sus problemas afectivos sí podría tenerlas para adecuar su comportamiento a la comprensión de esa ilicitud. Se está planteando ya.